Según los informes de los servicios de rescate, el número de heridos está en torno a los 1.500, de los cuales 1.176 están graves.
El número de muertos por el terremoto que se produjo el pasado miércoles en el oeste de China, en la provincia de Qinghai, ascendió hoy a 1.144, según da a conocer medios estatales del país.
El número de heridos está en torno a los 1.500, de los cuales 1.176 están graves, de acuerdo con los informes de los servicios de rescate de la prefectura de Yushu.
El terremoto, de magnitud 7,1 en la escala Richter, golpeó en la madrugada del miércoles la región, especialmente la prefectura de Yushu, en la provincia de Qinghai.
Miles de personas sin hogar pasaron una segunda noche a la intemperie en medio de temperaturas invernales. Los equipos de rescate siguen buscando supervivientes entre las ruinas, sobre todo en la ciudad de Jiegu.
Durante una visita a la zona, el primer ministro chino, Wen Jiabao, instó a los efectivos de salvamente a no cejar en sus esfuerzos. "La primera prioridad es la salvación de vidas humanas. Jamás renunciaremos mientras haya un poco de esperanza", dijo.
Para su visita, el jefe de gobierno aplazó su viaje a Brunei, Indonesia y Myanmar. De forma similar recortó su gira latinoamericana el Presidente Hu Jintao, que regresó de forma anticipada a China.
De todas partes de China llegó ayuda en forma de alimentos, mantas y agua potable a la zona de desastre, ubicada en el sur de la provincia de Qinghai, en la frontera con el Tíbet.
Las bajas temperaturas, las réplicas y el mal de altura dificultaron las labores de los rescatistas. La zona está situada a una altura de 4.000 metros, donde hay menos oxígeno.
También llegaron médicos de otras regiones. Hay poco personal médico que hable el dialecto tibetano local. Algunos bebés nacieron en carpas, según informó Xinhua. "Tuvimos suerte. Otros perdieron la vida", señaló un refugiado.
"Hemos sacado a decenas de personas de entre los escombros. Cinco de ellas aún vivían", dijo Lama Neume Dorje, de 25 años, quien llegó junto con otros monjes desde un monasterio de Garze, en la provincia de Sichuan.
"No tenemos herramientas, sólo nuestras manos". Su ropa estaba cubierta de polvo. "Nos turnamos, para poder descansar", dijo el monje. "No podemos cesar. (...) Salvamos a los vivos y dejamos ir las almas de los muertos".
El número de heridos está en torno a los 1.500, de los cuales 1.176 están graves, de acuerdo con los informes de los servicios de rescate de la prefectura de Yushu.
El terremoto, de magnitud 7,1 en la escala Richter, golpeó en la madrugada del miércoles la región, especialmente la prefectura de Yushu, en la provincia de Qinghai.
Miles de personas sin hogar pasaron una segunda noche a la intemperie en medio de temperaturas invernales. Los equipos de rescate siguen buscando supervivientes entre las ruinas, sobre todo en la ciudad de Jiegu.
Durante una visita a la zona, el primer ministro chino, Wen Jiabao, instó a los efectivos de salvamente a no cejar en sus esfuerzos. "La primera prioridad es la salvación de vidas humanas. Jamás renunciaremos mientras haya un poco de esperanza", dijo.
Para su visita, el jefe de gobierno aplazó su viaje a Brunei, Indonesia y Myanmar. De forma similar recortó su gira latinoamericana el Presidente Hu Jintao, que regresó de forma anticipada a China.
De todas partes de China llegó ayuda en forma de alimentos, mantas y agua potable a la zona de desastre, ubicada en el sur de la provincia de Qinghai, en la frontera con el Tíbet.
Las bajas temperaturas, las réplicas y el mal de altura dificultaron las labores de los rescatistas. La zona está situada a una altura de 4.000 metros, donde hay menos oxígeno.
También llegaron médicos de otras regiones. Hay poco personal médico que hable el dialecto tibetano local. Algunos bebés nacieron en carpas, según informó Xinhua. "Tuvimos suerte. Otros perdieron la vida", señaló un refugiado.
"Hemos sacado a decenas de personas de entre los escombros. Cinco de ellas aún vivían", dijo Lama Neume Dorje, de 25 años, quien llegó junto con otros monjes desde un monasterio de Garze, en la provincia de Sichuan.
"No tenemos herramientas, sólo nuestras manos". Su ropa estaba cubierta de polvo. "Nos turnamos, para poder descansar", dijo el monje. "No podemos cesar. (...) Salvamos a los vivos y dejamos ir las almas de los muertos".
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